Afterlife Lima 2024: Una inmersión sensorial en el corazón de Costa 21
Con Afterlife Lima 2024, la música electrónica trasciende los límites, prepara tus sentidos. ¿Estás listo para la magia de Afterlife?
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The Conversation
“¿Por qué no hemos oído hablar nunca de este instrumento?” Eso era lo que publicaba, hace poco, un estudiante de primer año de mi grupo de debate del curso de músicas del mundo. Su comentario reflejaba lo que muchos de sus compañeros probablemente sintieron cuando vieron el magnífico documental Ballaké Sissoko, Kora Tales (Ballaké Sissoko, historias de la kora).
El documental sigue la travesía de Sissoko, un artista musical de primera clase, desde su casa de Bamako (Mali) hasta un pozo y un baobab sagrados en Gambia, en la costa atlántica. En la película, el laureado Sissoko regresa a su país natal, donde buscará los orígenes del instrumento que conformará su identidad.
Sissoko es un jeli (o, como los extranjeros lo llaman, un griot), es decir, un historiador, trovador y músico que transmite historias de generación en generación ligado a las castas dirigentes. Al igual que las generaciones que le precedieron, Sissoko toca la kora, un tipo de arpa única y oriunda de la sabana del África occidental. Cuenta con 21 cuerdas y se toca con cuatro dedos.
Con ella se pueden crear texturas musicales encandiladoras y profundas y producir notas delicadas y trémulas que acompañan la transmisión de una historia oral ancestral. Se trata de uno de los instrumentos hechos a mano más sofisticados del mundo, tanto por sus posibilidades musicales, como por su inveterada tradición.
Si no ha llegado a sus oídos ninguna referencia a la kora, no será porque sea desconocida. Desde el lanzamiento del álbum en solitario en 1972 del artista gambiano Jali Nyama Suso, se han publicado decenas y decenas de álbumes de kora. Este instrumento ha cosechado más premios Grammy en la categoría Mundo/Música mundial que el sitar.
En 2023 se publicó un álbum junto con la BBC Symphonic Orchestra en el que se tocaba la kora. El alcance de la kora ha rebasado las fronteras del África occidental, pues puede escucharse en las canciones de varios artistas de diferentes partes del mundo.
Mi primer encuentro con este instrumento fue en un álbum de 1973 del gambiano Alhaji Bai Konte. Fue una experiencia formativa prematura que me abrió el camino para dedicarme a la etnomusicología.
En los 80, el músico de kora senegalés naturalizado estadounidense Djimo Kouyate me inspiró para analizar las particularidades que existen en cuatro países de la zona a la hora de utilizar la kora. Terminé por mudarme a Bamako, a tres puertas de donde vivía Ballaké Sissoko, donde llevé a cabo mi investigación con Sidiki Diabaté (el padre de Toumani Diabaté), quien residía muy cerca también. Ello sentó las bases de mi primer libro, publicado en el 2000, Mande Music (La música mandinga).
La kora cuenta con varios siglos de antigüedad a sus espaldas. Se construye con la mitad de una calabaza grande y con cuero de vaca; además, tiene un mástil de madera y trastes y cuerdas de cuero (hoy en día hechas de nailon). Los antecedentes de la kora se remontan a épocas más antiguas, incluso.
La kora está íntimamente ligada a la historia de la nación mandinga, constituida a lo largo del río Níger, y que hoy en día comprendería parte de los países de Mali y Guinea. Este reino floreció en el siglo XIII, cuando el legendario Sundiata subyugó a un rey tirano, Soumaoro Kante, con la ayuda de aliados locales. Kante poseía la bala primordial (también llamada balafón), un xilófono mágico que heredó el jeli (o griot) de Sundiata. Recibía el nombre de Balla Faséké Kouyaté y sus descendientes directos conservan ese mismo instrumento en una cabaña al noreste de Guinea.
En 2008, la UNESCO declaró el instrumento como patrimonio cultural inmaterial y, en la actualidad, se está construyendo un museo en esa misma ubicación.
En su máximo apogeo, el imperio mandinga abarcaba gran parte del África occidental, y de sus minas se extraía la mayor parte del oro que circulaba en Europa. La visita a la Meca que realizó el rey mandinga Mansa Musa alrededor del año 1300 lo consagró como uno de los individuos más ricos en la historia de la humanidad.
Las migraciones que se produjeron hacia el oeste de la región de Senegambia dieron pie al desarrollo de una lengua y una cultura similares, la mandinga.
Si, en el caso de la bala (el xilófono mandinga), esta tiene su origen en Mali en el siglo XIII, la kora se remonta al siglo XVIII en la federación Kaabu dentro de la región de la Senegambia mandinga. Tradicionalmente, los jeli han gozado del derecho exclusivo de tocar ambos instrumentos. Según varias historias que narran los orígenes de los instrumentos musicales africanos, estos habrían sido inventados por genios, también la kora.
Una de las frases que más me gustan del documental la pronuncia la tía de Sissoko Kadiatou Diabaté, una jeli:
Esta persona que tienen enfrente nació con la kora. Es la séptima generación de su linaje. Si lo tocan, suenan las notas de las cuerdas.
En un recorrido de mil kilómetros hacia el oeste que realiza en coche, Sissoko abandona Bamako, la capital de Mali, para llegar a la cuna de la kora: la costa de Gambia. Antaño, todo este territorio formaba parte del imperio mandinga en su mayor extensión, que llegaba hasta las zonas más septentrionales del río Níger, hasta Tombuctú. Sissoko hace una parada en Sibi, el lugar donde, según las crónicas, Sundiata reunió a sus fuerzas, forjó alianzas y sentó las bases para constituir el que sería el imperio más extenso de África.
Los planos del paisaje, realizados mayormente con drones, son, sencillamente, magnificos. Tras cruzar el sur de Senegal, la compañía atraviesa el río Casamanza en barca para visitar al maestro de la kora Malan Diébaté. En esta región, profundamente ligada a la kora, aparecen media docena de músicos cantando los elogios de Sissoko y de su ascendencia.
Seis hombres vestidos con atuendos y gorros tradicionales del África occidental caminan en grupo tocando instrumentos de cuerda enfrente de una granja rural. Detrás se observa un grupo de mujeres vestidas con trajes tradicionales aplaudiendo.
Les acompañan las mujeres de su extensa familia, que marcan una suerte de ritmo muy similar al característico patrón musical de la clave cubana.
Diébaté relata los orígenes sobrenaturales de la kora y Sissoko se va camino a ese mismo sitio, Sanementereng, en Gambia. De alguna manera, todos los instrumentos musicales tienen un componente mágico debido al efecto que pueden tener en nuestras vidas. Las tradiciones orales más extendidas atribuyen los orígenes de la kora a este lugar concreto de la costa gambiana. Uno no puede evitar sentir la piel erizarse al ver la escena del final del documental en la que Sissoko llega a este sitio sagrado, donde se encuentran un pozo y un baobab sagrados.
Los guionistas y directores del documental, Lucy Durán y Laurent Benhamou, han logrado realizar un trabajo inspirador a la hora de retratar la belleza del paisaje, la profundidad y la humanidad de la tradición y la faceta artística de Sissoko.
Durán, profesora de música y antigua presentadora de radio, cuenta con una trayectoria espléndida de varias décadas en esta parte del mundo, al haber producido los primeros álbumes de Toumani Diabaté y otros artistas malienses, así como por haber producido Growing Into Music (Creciendo en la música), una serie documental pionera que relata cómo los niños aprenden las artes musicales de la mano de los jeli en Mali y Guinea.
El documental, narrado por la estrella de rap francomalí Oxmo Puccino, empuja al espectador a descubrir una de las grandes tradiciones africanas a través de la visión de uno de sus mayores exponentes. Este documental es un tesoro, tanto para la vista y los oídos, como para la memoria cultural colectiva.
Este artículo ha sido traducido con la colaboración de Casa África. Traducción: Eduard Galán.
Eric Charry, Professor of Music, Wesleyan University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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Escrito por The Conversation
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